El término cuidado ha estado presente en el campo de la
enfermería desde sus inicios; Florencia Nightingale hace mención de él,
utilizándolo para representar la ayuda que se prestaba a las personas para
vivir o sobrevivir en sus ambientes físicos o naturales en relación con la
limpieza, el aire no contaminado, el reposo, la buena alimentación y el
ejercicio (Meleis, 1985).
Según Colliere (1996) “cuidar es ante todo, un acto de vida,
en el sentido de que cuidar representa una infinita variedad de actividades
dirigidas a conservar la vida y permitir que ésta continúe y se reproduzca”.
El cuidado que se ofrece no es homogéneo, depende de las
condiciones de los sujetos, de los recursos con que cuentan y de los
conocimientos que poseen para que la enfermera determine el tipo y
características de los cuidados. Se diferencian de acuerdo con las funciones de la vida.
• Care: cuidados de costumbre y habituales, relacionados con
las funciones de conservación, de continuidad de la vida, representan todos los
cuidados permanentes y cotidianos que tienen como única función mantener la
vida, reaprovisionándola de energía, en forma de alimentos o de agua, calor,
luz o naturaleza afectiva o psicosocial.
• Cure: cuidados de curación, relacionados con la necesidad
de curar todo aquello que interfiere con la vida, eliminar los obstáculos, limitar
la enfermedad, asistir en la estabilización de los procesos degenerativos, viendo
a la persona como un ente integrado, con un estilo de vida propio determinado
por su grupo, su cultura y su entorno (Colliere,1996).
Es importante enfatizar que estos dos tipos de cuidados deben
mantener un equilibrio permanente en la práctica, ya que cuando prevalecen los
cuidados de cure (curación), se van aniquilando progresivamente los cuidados de
care y con ello la motivación de la persona, todo aquello que la hace ser y
querer reaccionar, ya que se agotan sus fuentes de energía vital necesaria,
pues se descuida también su afectividad, espiritualidad.