15 mar 2015

ALTERNATIVAS DOMÉSTICAS AL CUIDADO HOSPITALARIO





















Los hospitales tienden, por razones de eficiencia, a dar de alta a sus pacientes lo antes posible, una vez pasado el episodio agudo; en otros muchos casos llevan a cabo la asistencia en régimen ambulatorio. Tanto la convalecencia de estos pacientes como la de los que han estado hospitalizados por un proceso crónico, se han de realizar en casa, salvo contadas excepciones.

Puede decirse que las familias proporcionan más del 80% de los cuidados crónicos. Y en estos casos, cerca del 80% de los que cuidan son mujeres y de estas más del 50% son mayores de 50 años. Se ha calculado que en 2020 un tercio de las personas que trabajan tendrán la responsabilidad de atender a algún familiar ( madre, padre, hijos o hermanos discapacitados, etc.) Por otra parte, ya en la actualidad, el grupo de población que está creciendo con mayor intensidad es el de individuos ancianos, con problemas crónicos de salud que les son propios.

En este campo de la salud, al lado de la atención en centros y residencias ("asistidos" y "no asistidos") para las llamadas "situaciones de dependencia", se están extendiendo diversos sistemas de atención a domicilio, cuyos profesionales se harán cargo de todos o parte de los cuidados y serán los encargados de enseñar a los miembros de la familia que van a actuar como cuidadores aquellas pautas o técnicas de asistencia más importantes.

Porque siempre siempre será necesaria la participación, en mayor o menor grado, de la familia del paciente. Conviene, pues, considerar esta eventualidad como una perspectiva posible en el ámbito familiar, ya que es ahí donde mejores soluciones podrán aportarse.

Al ponderar estos aspectos es necesario señalar que si bien la atención de las personas ancianas o con algún grado de "dependencia" ( disminuidos físicos o psíquicos,) representa un problema sanitario de primer orden, desde el punto de vista familiar y personal tiene otra vertiente, completamente distinta, que no se debe ignorar. Cuidar a un padre, hermano, hijo con limitaciones físicas o psicológicas, aunque exige una dedicación y sacrificio considerables, supone un enriquecimiento vital para las personas y las familias y es un medio incomparable para la propia autorrealización.

Además, junto al cariño y respeto que merecen, esas personas disminuidas, en una buena parte de los casos, aportan a la familia una considerable riqueza de humanidad.